Adoptar un perro habiendo gatos en la casa puede ser difícil pero no imposible. Hay muchos recursos que podemos utilizar para que los animales no se estresen y el proyecto llegue a buen puerto.
Adoptar un perro e incorporarlo a un hogar que ya tiene gatos no tiene que ser una experiencia traumática. Y lo primero que debemos tener presente son estas tres palabras: educación, preparación y dedicación.
1. Vayamos por partes.
Los gatos son cazadores solitarios, esto significa que no viven en manada como nosotros queremos creer. Por eso es muy importante que como guardianes, entendamos que, a diferencia de los perros, los felinos no forman grupos cohesivos. Ellos no han tenido la necesidad de evolucionar sus reglas sociales para vivir en comunidades. Y somos nosotros los que imponemos tales cosas, muchas veces, causándoles un stress innecesario.
Lo primero que recomiendo es consultar con una terapeuta florar. En Buenos Aires existe una muy buena y se llama Silvina (Flores4Patas). Los animales reaccionan sorprendentemente bien a las esencias florales y son un excelente complemento. También podemos recurrir a las feromonas, que nunca son «la» solución pero ayudan muchísimo. Si consiguen Feliway, sería estupendo pero también existen otras (no las probé) llamadas serenex.
2. Catificación del hogar.
Es fundamental que el felino tenga su espacio con lugares altos para trepar y escapar o refugiarse. Los árboles para gatos y las estanterías deben estar distribuidas por toda la casa aún si no hay perros. ¿La razón? Se sentirá seguro porque puede controlar la situación. Entonces, hay que aprender a sacar ventaja de un animal que no se limita a estar en el piso.
3. La preparación.
Es muy importante entrenar al perro. Si ya tenés uno y querés incorporar un gato a la familia, entrenalo. Tomate el tiempo necesario para que él entienda las órdenes y esté listo para el nuevo desafío. ¿Podrán llevarse bien? Todo dependerá del temperamento, socialización, niveles de confianza, experiencias pasadas, instinto depredador, edad, etc. Nunca debemos juntar un perro y un gato o un gato y otro gato sin una previa preparación del hogar y del animal. Además, hay que tener en cuenta que las interacciones entre dos animales desconocidos podrían ser peligrosas. Y ni hablar cuando uno de ellos es un perro.
Tanto el perro como el gato vienen de «fábrica» con instinto cazador y naturaleza territorial. Entonces hay que tener paciencia, paciencia y más paciencia. El período de adaptación puede durar horas, semanas o meses. Al principio, perro debe estar con correa durante este tipo de presentación para que no ataque al gato y sobre todo, para poder sujetarlo en caso de peligro. Y como explicamos al comienzo, el gato debe contar con un lugar seguro donde refugiarse y diferentes vías de escape dentro del hogar. Y debe ser siempre el que dé el primer paso. Tu función como guardián será observar con mucha atención el comportamiento de ambos. No te olvides nunca que los gatos se estresan con facilidad y es posible que el ladrido del perro lo asuste.
¿El perro se puso rígido, quiere atrapar al gato? Algo en esta presentación no estaría funcionando. Tampoco permitas que el perro acorrale e intimide al gato. Que cada uno tenga siempre sus juguetes a mano y los comederos en sitios diferentes. (Podés preparar snacks saludables para gatos y perros. De esta manera, podrás premiarlos cuando se estén portando bien). Todos los días, podés acercarlos un poco más, de acuerdo a la reacción que vayan teniendo cuando comparten espacio pero siempre debés estar presente. A medida que ambos se familiaricen, podés tratar de sacarle la correa al perro. Si te asusta la idea, no olvides que existen expertos en etología animal que podrían hacer «el trabajo sucio» por vos.